Por Víctor Barrera
El grupo Guacamaya, que hackeo información del Ejército mexicano, podría destruir la imagen de Andrés Manuel López Obrador, que durante cuatro años se mostró con la cara del hombre incorrupto y que su honestidad era más allá de solo palabras.
Serán los próximos días y semanas cuando se empiece a dar a conocer de manera importante toda esa información que ha hecho del ejército el sector más fuerte del país.
El gobierno de López Obrador reservó documentos, por seguridad nacional, sobre el Tren Maya, el aeropuerto Felipe Ángeles, la compra de vacunas, datos sobre la cantidad de fallecimientos derivados del Covid, la explosión y los 135 calcinados en Tlahuelilpan, el huachicoleo de gasolina existente en el país, la liberación de Ovidio Guzmán, la venta-rifa del avión presidencial, todo esto posiblemente saldrá a la luz y posiblemente muestre de forma real al que gobierna.
López Obrador ha tratado de minimizar el impacto de la aparición de estos documentos, sin embargo es muy probable que el golpe sea duro.
El autoritarismo con el cual ha gobernado durante cuatro años, le impide ver que para gobernar si se requiere de conocimiento o entendimiento de muchas cosas, que no es lo mismo manejar un presupuesto de billones de pesos que tener 200 pesos en la cartera, que el poder absoluto en una persona lo ciega y lo hace pensar ser superior a todos los demás. Por eso piensa que reducir el gasto público no tendrá consecuencias graves y mantiene una política pública restrictiva, que no crea riqueza, pero si pobreza.
Piensa que someter a su voluntad a todo su gabinete legal y ampliado es gobernar. Pero no entiende que esto puede causar incomodidad que podría convertirse en un resentimiento al interior de su gabinete. Aun cree que otorgar dinero y espacios políticos son garantía de sumisión y obediencia, pero no analiza que estos no son infinitos y si limitados por la codicia que lleva a las traiciones y el tiempo, porque cada administración federal solo dura seis años en México.
Mantiene la idea que transformar al país es destruir, sin duda, como él lo ha hecho, pero no entiende que esto mismo impide sentar las bases para lo que sigue. No se da cuenta que no genera riqueza y si aumenta el número de pobres, que los partidos anteriores perdieron el poder por no poder cumplir con sus promesas y ha caído en lo mismo.
Mantiene un proyecto, denominado 4T, que no tiene objetivos establecidos para conocer la dirección que debe llevar, ha criticado y ofendido a gran parte de la sociedad, al llamarlos fifí, conservadores, “aspiracionistas” y otros calificativos que lo colocan como un gobernante pendenciero.
Mantiene la idea que al pueblo se le entretiene con circo y no se le ofrece pan, por ello sus conferencias “mañaneras” están plagadas de ocurrencias que más se asemejan a un programa de entretenimiento de televisión, que una forma de ofrecer informes sobre la actividad diaria de un mandatario.
A lo largo de sus conferencias incluye, chistes y música, principalmente de su paisano Chico Che, para dar respuesta “graciosa” a los grandes problemas del país. Tratando de desviar la vista de estos problemas como la posible crisis financiera que podríamos tener de no fortalecer de manera correcta el desarrollo económico del país.
Ha puesto en riesgo a su principal soporte, el Ejército, al obligarlo a realizar actividades que no le corresponden.
Es tal la avalancha de complicaciones, que de no virar el rumbo que hemos tomado pondrá al final de su sexenio a López Obrador como un presidente limitado que no tuvo la capacidad de aplicar las soluciones que durante varios años tenía en la cabeza y plasmo en libros para llevar hacia delante a México.
El tiempo nos mostrará que perdimos seis años donde en lugar de avanzar retrocedimos décadas. Que perdimos lo que costo varios años crear organizaciones civiles donde la sociedad logro vigilar criticar y enmendar la plana al gobierno en turno.
Ojala la aparición de los documentos hackeados nos permitan ver las entrañas de ese gobierno credo por López Obrador para acumular poder y riqueza personal a costa de una población sometida a la austeridad y ahora a una pobreza franciscana