Por Víctor Barrera
Este día inician las reuniones para llegar a un acuerdo en el marco del T-MEC, que favorezca tanto a México como a Estados Unidos y Canadá respecto a las demandas que hacen los países vecinos referente al trato discriminatorio que reciben sus empresas en nuestro país en el sector energético, específicamente en la generación de energía eléctrica.
Los acuerdos o desacuerdos que salgan de estas reuniones marcaran el costo económico, político y social para México, por lo que estas reuniones asumen una relevancia importante para evitar los paneles de controversia y posibles sanciones para México.
Y aun cuando estoy seguro que se encontrará una solución favorable, porque las reuniones son entre abogados, algo que no será contaminado con la insistencia de López Obrador de seguir viendo a Estados Unidos como un imperio Yanqui capaz de colonizar a nuestro país y su mirada a continuar generando energía eléctrica a través de la quema de combustibles y residuos fósiles, que son altamente contaminantes.
Es cierto que el T-MEC se construyó con el objetivo de hacer una zona económica fuerte que permita no solo el desarrollo de las tres naciones sino también para favorecer al resto de Latinoamérica.
Sin embargo, en México la postura de la administración federal bajo su política de privilegiarlos monopolios energéticos estatales y el uso de combustibles fósiles, nos hace alejarnos de los objetivos del T-MEC y distanciarnos de nuestros socios comerciales.
En Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, el presidente Joe Biden ha logrado conseguir un triunfo político importante de su administración con la aprobación de su plan antiinflacionario y de energías limpias.
Que consiste en la aprobación de 370, 000 millones de dólares para reducir los gases de efectos invernaderos en un 40 por ciento de aquí al 2030, con la creación de automóviles eléctricos y la generación de energía eléctrica a través de procesos limpios como la utilización del aire, luz y calor solar entre otras fuentes.
En México la política energética ha dado pasos atrás y nos coloca en la disyuntiva de mantener esa política energética o abrirse un poco más para permitir que la generación de la energía eléctrica no se maneje bajo una visión del siglo pasado.
Es cierto que la supervisión del manejo de recursos naturales debe ser del Estado, pero no debe partir de convertir a sus empresas de producción, como lo son Pemex y la CFE, en monopolios o administradores generales, porque nadie entraría a ser socio de empresas que hasta ahora han mostrado una ineficiencia en su administración