México enfrenta el reto de disminuir el daño que ocasiona la agricultura al medio ambiente, particularmente con la contaminación de cuerpos de agua, deforestación y emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global y, al mismo tiempo, disminuir la vulnerabilidad de esa actividad ante las consecuencias del cambio climático.
De acuerdo con datos del Panorama Agroalimentario 2025 de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), México tiene un millón 964,375 kilómetros cuadrados de territorio. A la agricultura se dedican 23.4 millones de hectáreas.
La agricultura produce en México 261.9 millones de toneladas al año, con un valor de 855,800 millones de pesos.
A escala mundial, los sistemas alimentarios son responsables de un tercio de las emisiones de gases y compuestos de efecto invernadero.
En el caso de México, según la “Actualización de la Contribución Determinada a nivel Nacional 3.0 de México”, elaborada por la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el sector agropecuario contribuye con el 17% del total de emisiones del país. Solo es superado por la Industria, con 18%, la generación de electricidad, 19% y el transporte 23%.
En 1990, la agricultura mexicana emitió 110,046 kilotones de equivalente de dióxido de carbono y en 2022 la cifra fue de 139,080 kilotones.
Según el “Informe del inventario nacional de emisiones de gases y compuestos de efecto invernadero 1990-2022”, publicado en 2025, en el año 2022, las emisiones de las categorías fermentación entérica, gestión del estiércol, cultivo de arroz, suelos agrícolas, quema de residuos agrícolas y la aplicación de urea, representaron el 18.4% de las emisiones totales del Informe de Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero (INEGYCEI), sin considerar uso de la tierra, cambio de usos de la tierra y silvicultura (UTCUTS).
La contribución de cada uno de esos subsectores es como sigue:
Estas emisiones mostraron un incremento de 1.66% entre 2021 y 2022, mientras que aumentaron 26.4% respecto de 1990, asociado principalmente a las categorías de fermentación entérica, gestión del estiércol y suelos agrícolas.
Tan solo por la producción de arroz, en 2022, las emisiones totales se estimaron en 115.7 kilotones de dióxido de carbono equivalente, de los cuales, 82% se emitió por sistemas de riego y únicamente el 17.0 % por sistemas de temporal.
En la Cumbre Climática de Líderes, celebrada en noviembre pasado en Belém do Pará, Brasil, México asumió una meta condicionada para no rebasar entre 332 y 363 millones de toneladas de carbono equivalente.
La Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC) 3.0 es una ruta para una nueva forma de industrialización en el país, que incluye sectores estratégicos como el transporte, la generación eléctrica, la industria, la agricultura y ganadería, los residuos, petróleo y gas y construcción.
El cumplimiento de esta ruta supone alcanzar la meta de reducción del 35% de GEI para 2030 respecto del escenario tendencial establecido en la NDC 2.0, lo que equivale a emitir un máximo de 644 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente en emisiones brutas para dicho año.
Pérdidas por cambio climático en agricultura equivaldrá a 25% del PIB
Francisco Estrada Porrúa, coordinador del Programa de Investigación en Cambio Climático de la UNAM, explica que de 1990 a la fecha, el calentamiento del país ha sido más acelerado que el promedio global.
De acuerdo con el académico, actualmente la temperatura global es de 1.4 grados centígrados más respecto del periodo preindustrial y aumenta a una tasa de 2.0 grados por siglo.
En tanto, México se ha calentado 1.8 grados, de los cuales un tercio ha ocurrido de 2015 a la fecha. Además, se calienta 3.3 grados por siglo con regiones, como el norte del país, en donde es de hasta 6 grados por siglo.
Además, hay un aumento pronunciado de eventos extremos. En algunos casos, precisamente los eventos extremos se han multiplicado por cinco.
En México, 26% de la precipitación pluvial cae en forma de evento extremo.
Todo ello ha generado impactos negativos en la agricultura.
Sequías han generado pérdidas por 26,000 mdp en 30 años
El especialista destaca que todos esos cambios ocasionarán que la capacidad que hoy tenemos como país para producir se va a ver severamente mermada con el cambio climático.
“Si uno toma en cuenta todas las reducciones en rendimiento durante este siglo y dice: ¿a cuánto equivale eso hoy? (la respuesta es) son dos billones de pesos”.
Tan solo en lo que va del sexenio actual, las pérdidas en el sector agrícola debido al impacto del cambio climático ascienden a 103,674 millones de pesos.
Los estados con mayor seguridad alimentaria como Tabasco, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo y Tlaxcala, acumulan 21% de las pérdidas por temporal.
Si solo se consideran maíz, trigo y arroz, México produce 70 kilocalorías por persona al día menos que si no hubiera habido un cambio climático, explicó.
Para mediados de siglo se estima que la pérdida será de 166 kilocalorías por persona por día y para finales del siglo entre la tercera y cuarta parte de las 500 calorías que una persona debe consumir al día.
El experto indica que, por evento, en los últimos 30 años las sequías han representado un costo de 26,752 millones de pesos al sector primario y, si solo se considera a la agricultura, es 23,382 millones de pesos por evento.
Otros investigadores como Hannah Ritchie, Pablo Rosado y Max Roser de ourworldindata.org, consideran que la agricultura tiene un impacto ambiental, principalmente porque requiere grandes cantidades de agua dulce, lo que puede causar presiones ambientales significativas en regiones con estrés hídrico. Necesita agua como insumo y contamina ríos, lagos y océanos al liberar nutrientes.
Según la Conagua, en México para uso agrícola hay 32,855 títulos de concesión de aguas superficiales con 37,322 anexos para extraer más de 38,549 millones 596,493 metros cúbicos al año, más 154,640 títulos de concesión con 191,804 anexos de aguas subterráneas con un volumen total de 21,710 millones 211,907 metros cúbicos al año.
Además, la agricultura tiene un impacto enorme en el medio ambiente debido a su enorme uso del suelo (como ya se indicó 23.4 millones de hectáreas en México).
Al respecto, Guillermo N. Murray Tortarolo, investigador del Instituto de Investigaciones y Sustentabilidad de la UNAM, destaca que el cambio climático impacta en la producción de alimentos, principalmente en tres aspectos.
El primero es un cambio en las medias históricas climáticas, también denominado tendencias, por ejemplo, un aumento térmico de largo plazo.
El segundo es un aumento en la frecuencia de los eventos climáticos extremos, que se conoce como variabilidad, por ejemplo, en sequías u ondas de calor y, el tercero es un cambio en la estacionalidad, que es lo que se conoce como simetría climática, por ejemplo, como un retraso de la época de lluvias. Así lo consigna en el libro “Agricultura y cambio climático” de la colección ¿Qué sabemos del cambio climático en México?, editado por la UNAM.
Refiere que algunos estudios indican cambios potenciales en el rendimiento de maíz de temporal para 2100. Ese cultivo podría disminuir entre 5 y 10% dependiendo de la intensidad del cambio climático.
En algunas regiones del centro del país, las disminuciones podrían ser de hasta 30%.
En el caso del trigo, refiere que algunos análisis han detectado una disminución de hasta el 32 % en la producción de temporal para finales de siglo, principalmente debido a una disminución en las lluvias.
Otros estudios calculan el cambio en el rendimiento de maíz, frijol, trigo, soya, sorgo, cebada y papa en 28 escenarios del cambio climático para 14 estados de México, encontrando decrementos en el rendimiento de todos los cultivos excepto en la soya.
También se ha evaluado el impacto del cambio climático en la producción de café de Veracruz, con reducciones esperadas del 34 % para 2020.
Para el caso del frijol, existe un estudio según el cual, una reducción del área viable para la siembra del 22% para 2070.
Se requiere mitigación y adaptación
Ante ese panorama lo que se requiere es mitigación y adaptación.
Javier Warman, director de Recursos Naturales de WRI México, considera que es necesario reducir la vulnerabilidad del campo, sobre todo de los pequeños productores.
La organización comparte la opinión de que el incremento de la temperatura y la variación en el régimen de lluvias, entre otros riesgos, hacen que las personas productoras de comunidades rurales de México sean altamente vulnerables a los efectos adversos del cambio climático.
Por ello, desde la perspectiva de Warman, es fundamental incrementar las habilidades de las personas y comunidades rurales para que moderen, tomen ventaja de las oportunidades y enfrenten las consecuencias de los impactos del cambio climático. Esto es lo que se entiende como su capacidad adaptativa.
WRI, junto con el Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático y la Universidad Autónoma de Chapingo, construyó el Índice de Capacidad Adaptativa SAbERES, que es una propuesta metodológica para evaluar y monitorear la capacidad adaptativa de productores rurales de sectores productivos clave de México.
Warman indica que, eso implica cambiar sus formas de producir, para que se logren, por un lado, reducir el impacto de la agricultura al medio ambiente y, por otro, reducir la vulnerabilidad a las consecuencias del cambio climático.
En entrevista, explica que, en materia de mitigación es posible implementar medidas de reducción de fertilizantes, prácticas agroforestales y mixtas.
Sobre ese último punto, detalla que no es lo mismo tener un campo desnudo con un monocultivo, que tener una mezcla de cultivos con un suelo cubierto, lo cual va a mejorar las condiciones de riqueza de la tierra, humedad y las condiciones para evitar la erosión.
Para el especialista, sin duda la agricultura puede ser parte de la solución al cambio climático.
Desde su perspectiva, si bien hay una estrategia nacional de cambio climático para el sector agroalimentario, existe todavía un margen amplio para una implementación mucho más amplia y sólida.
En su opinión, el éxito en la implementación de medidas para reducir el impacto negativo de la agricultura en el medio ambiente, así como reducir la vulnerabilidad del sector ante el cambio climático depende de atacar ambos problemas de manera conjunta.
Pone como ejemplo transitar del uso de fertilizantes químicos a biológicos, con lo cual se avanzará en la mitigación al reducir el impacto desde su producción (con derivados del petróleo) hasta su uso en campo, además de que el uso de los fertilizantes biológicos puede convertirse en una fuente de ingresos para productores rurales.
Acciones de mitigación y adaptación
La actualización de la NDC 3.0 de México contempla un componente de mitigación del sector agropecuario. Parte del señalamiento de que la principal fuente de emisiones de este sector es la fermentación entérica del ganado bovino, seguida del manejo de excretas, que en conjunto concentran el 72 % de estas emisiones.
El gobierno ha impulsado acciones en el marco del cumplimiento de la NDC, enfocadas en la fijación de carbono en los suelos mediante prácticas de agricultura de conservación, así como por el fomento de prácticas de manejo sostenible que aumenten la productividad, promuevan la seguridad alimentaria y reduzcan emisiones.
El documento expone que México fortalecerá las acciones orientadas al aumento de la productividad pecuaria, el uso eficiente de fertilizantes sintéticos, la instalación y operación de biodigestores, el incremento de la superficie bajo sistemas silvopastoriles, y la ejecución del Programa “Mi parcela no se quema”, entre otras medidas.
Entre las medidas de acción que señala el documento destacan:
-Aumentar la eficiencia energética y mejorar el aprovechamiento hídrico en el campo mediante la modernización de sistemas de bombeo y la adopción de técnicas que reduzcan el consumo de agua y energía en las actividades agropecuarias.
-Implementar prácticas de conservación y restauración de la fertilidad del suelo y promover la captura de carbono mediante adopción de técnicas agrícolas sostenibles y el uso eficiente de fertilizantes.
-Promover la implementación de sistemas silvopastoriles para aumentar la productividad pecuaria y transitar hacia un sector ganadero bajo en emisiones.
En materia de adaptación destacan:
-Incorporar enotecnias e innovaciones tecnológicas en la agricultura ligadas a prácticas regenerativas en el territorio y conservación de suelos y agua, para incrementar la resiliencia del sector ante los efectos del cambio climático.
-Implementar acciones de valoración de residuos para la generación de biofertilizantes, buscando la transición hacia una economía circular y resiliente en el sector.
-Desarrollar una estrategia para la atención de plagas y enfermedades en especies vegetales exacerbadas por el cambio climático.
