Profesora de creación literaria, como es, Cristina Rivera Garza (Matamoros, primero de octubre de 1964) es muy didáctica. Sus palabras se encaminan siempre hacia una explicación simple en su profundidad, y a la vez es contundente, característica que la llevó, apenas el año pasado, a ganar el premio Pulitzer en la categoría Memorias/Autobiografía con su obra El invencible verano de Liliana.

“Estoy dirigiendo un doctorado en escritura creativa en español en Estados Unidos, en la Universidad de Houston, lo cual me permite hacer algo que amo profundamente, y disentir y estar en contra de un régimen que desprecio profundamente”, dice en una reunión que mantuvo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con mil jóvenes, que aplauden porque saben a quién va dirigido ese desprecio que comparten.

La escritora, quien suma novelas como Nadie me verá llorar, que se ha situado ya como una obra de referencia en lengua española en el arranque de este nuevo milenio, ha ganado reconocimientos como, dos veces, el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz que se entrega en este encuentro editorial, en 2001 por esa novela y en 2009 por La muerte me da. También obtuvo el Premio Roger Caillois para literatura latinoamericana en 2013, y en 2023 fue integrada como miembro de El Colegio Nacional.

Pero la audiencia, los jóvenes –sobre todo las mujeres– que se reunieron con ella ayer por la tarde en el salón Juan Rulfo de la FIL, querían hablar sobre todo de El invencible verano de Liliana, historia que se centra en su hermana menor, quien fue víctima de feminicidio en 1990.

Sobre por qué la cara de Liliana aparece en la portada del libro, la catedrática contesta que para ella era muy importante que eso pasara “por múltiples razones.

“Quería que la familia del feminicida la viera en todos lados. No pudieron con ella y no van a poder, sigue aquí, como siguen tantas”, expresa, sin rencor, sin alegría, como poniendo distancia de un suceso así de trágico.

Adelanta que además del monólogo que hizo sobre la obra la actriz Cecila Suárez –“de forma maravillosa”– en España, hay una película documental que, “entre otras cosas”, está en ciernes y a cuyo director “veo hoy en la noche aquí en Guadalajara.

“Un buen libro nos toca el cuerpo, nos hace caminar de manera distinta, añade vocabulario a la experiencia, reconfigura de maneras radicales y fundamentales a veces. Todo eso es posible por esos efectos de cercanía que el lenguaje es capaz de producir. En eso me concentré mucho.”

Afirma que todos tenemos “un primer libro en nosotros”, y que esa experiencia de escribir debería ser un derecho humano, pero “una cosa es desearlo mucho y otra mantenerte, porque esto de escribir es un maratón, no una carrera de 100 metros”.

Luego, la profesora contesta a otra muchacha: “la literatura es eso, ir viendo todos los tantos ángulos como podamos y tratar de compartir lo desorientador que puede ser a veces el mundo, pero también lo abierto que puede estar para introducir por ahí otro tipo de preguntas y tal vez, con suerte, con práctica, con ahínco, con convicción, otro tipo de realidad”.