EN MI OPINIÓN 

Emilio Trinidad Zaldívar 

El  20 de noviembre pasado, aniversario de la Revolución mexicana, vimos la degradación de la política, de la congruencia; la distorsión de la verdad; un azote a todos los engañados que aún creen en las mentiras, en la falsedad de un gobierno quebrado en sus cimientos, porque no logra apuntalar tanta frase bonita pero lejana a la realidad y a la sana convivencia entre el “pueblo bueno” y el que sabe que las cosas no van bien, y se expresa en oposición a tanta insensatez y destrucción.

Qué caradura es la señora presidenta, qué falsa, qué hipócrita, qué mentirosa, qué cínica es, no puedo decir otra cosa, cuando debiera demostrar tamaño de estadista, de sólida jefa de Estado, de alguien que gobierna para todos, con verdadero arrastre y apoyo popular y ceñida a la verdad por dura que esta sea. 

Ese día en que se festejaba un año más de la confrontación entre mexicanos, la presidenta se llenó la boca de tantas palabras huecas, carentes de sustento y realidad, que lo único que prueban es su hipocresía, su desfachatez, su ineptitud y desvergüenza, al decir que se “acabaron con los privilegios entre la clase gobernante”; que ya no hay corrupción; que antes había autoritarismo, hoy no; que se gobierna con honestidad y que ya no hay impunidad; que en México “ya no se silencia ni se persigue a nadie” ¿¿¿???; que antes, en los tiempos de Porfirio Díaz y posteriores, se llevaban a cabo elecciones -como la judicial- en las que ya se sabía el resultado porque era pura simulación ¿¿?? 

En ese paralelo país en el que ella y su patrón viven, y que comparten con la casta divina de privilegiados y corruptos morenistas, no hay días nublados ni marginación ni inseguridad ni pobreza ni desorden administrativo ni saqueo y corrupción. 

En su discurso, cargado de promoción para Morena, no hubo reconocimiento a tanta desgracia nacional. Nada malo acontece. 

En su falso México, no sucedió lo de Segalmex, tampoco se enriquecieron ni hacen negocios los hijos de AMLO y el de Manuel Bartlett; en el gobierno de la supuesta transformación, no hay opulencia en la conducta de Gerardo Fernández Noroña. La megafarmacia jamás se construyó y mucho menos Mexicana de Aviación tiene pérdidas.

En esta administración federal, no hay  funcionarios coludidos con los criminales como los de la inexistente “Barredora”, ni el líder del Senado, Adán Augusto López Hernández se ha enriquecido de forma ilícita, vil, descarada, impune y ofensiva.  

En el gobierno de Morena, la Refinería Dos Bocas produce como ninguna en todo el mundo; el Tren Maya no tuvo sobrecostos ni genera pérdidas y el AIFA está saturado de vuelos; en este mundo de Morena, no hay huachicol y los servicios de salud son muy superiores a los de Dinamarca; aquí no hay carencia de medicamentos ni han muerto niños con cáncer porque a todos se les ha atendido. 

En este ficticio país de bonanza y pulcritud política, no hay narcogobernadores y tampoco se les han cancelado sus visas a varios servidores públicos de ese “movimiento de degeneración”. 

Sinaloa, Tamaulipas, Veracruz, las dos Baja Californias, Michoacán, Guerrero y Sonora, entre otros, son gobernados por los mejores políticos del país y sus entidades están en pleno apogeo, desarrollo, orden y paz social, y ninguno tiene vínculos con los cárteles de las drogas. 

En el México de ellos se acabó con todo vicio político, con toda corrupción, con saqueos y negocios al amparo del poder público; vivimos en la abundancia de éxitos. No se persiguen delitos porque aquí ya no se cometen. 

Ese es el país que la débil y arrinconada presidenta dice que vive. 

Mientras tanto, la realidad nos supera, nos castiga y lacera todos los días.  

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*Foto de ilustración de El País.