Por Víctor Barrera
Claudia Sheinbaum recibió un México en ruinas, con un nivel alto de endeudamiento, con un crecimiento económico menor al punto porcentual en promedio, una división social con una brecha económica cada vez más amplia entre un gran número importante y creciente de pobres ante un pequeño grupo de ricos. Sin embrago ha protegido a capa y espada a su antecesor, a quien sigue llamando “el mejor presidente de México” que de alguna manera la coloca en un segundo lugar. Posiblemente mostrando que, como titular del poder Ejecutivo, ella solo esta para guardar el sitio para el siguiente presidente.
Sheinbaum Pardo hasta ayer se mantenía en ese segundo plano, sin embargo, ayer trato de demostrar, con dos señales que empieza a entender que ella es la presidenta de México y el poder no se comparte, porque la responsabilidad del rumbo y los resultados del país recaen en el titular del Ejecutivo y a nadie más.
Estas señales, la primera fue el lugar que ocuparon aquellos que el año anterior se mostraron indiferentes en el arribo de ella al Zócalo capitalino. Los mando atrás de las vallas que dividían a quienes podrían saludar de mano y abrazo a la presidenta y los otros solo con un saludo a lo lejos.
Estos personajes, Adán Augusto López, Ricardo Monreal, Manuel Velasco, coordinadores de las bancadas de Morena y PVEM en el Congreso de la Unión, Gerardo Fernández Noroña senador se mostraron consternados al ocupar su lugar. También lo hicieron Luisa María Alcalde y Andrés Manuel López Beltrán.
La segunda señal fue dentro de su discurso al advertir que en su administración no se tolerará actos de corrupción y quien tome ese camino enfrentará la ley.
“Porque en este México nuevo, la honestidad no es la excepción, es la regla, y quien traicione al pueblo, quien robe al pueblo, enfrenta la justicia; el poder no es para enriquecerse, es para servir con humildad; los recursos públicos son sagrados y se le devuelven al pueblo en derechos, programas de bienestar y obras estratégicas para el desarrollo nacional”, así lo expresó Sheinbaum Pardo.
Sin embargo, su discurso y la otra señal, evitar el saludo y abrazo de algunos importantes militantes de Morena y partidos aliados, carecen de veracidad. Porque Claudia Sheinbaum también manifestó que su promesa de erradicar el nepotismo en los puestos púbico será una realidad en el 2030. Aunque no expresó que fueron sus propios legisladores que mandaron hasta esa fecha esa promesa que la había propuesto ella en el 2027.
Así que los mexicanos veremos como en el 2027, familiares de importantes políticos de Morena asumirán cargos públicos amparados en el voto popular. Como son concejales, presidencias municipales, diputaciones locales y federales y quizás hasta gobiernos estatales.
Se prometió que la cuatro te, acabaría con eso y que se barrería las escaleras de arriba hacia abajo, pero la forma en la cual se muestran quienes están dentro del partido, ahora oficial, y sus aliados, haciendo lo suficiente para demostrar que el poder sirve para servirse del mismo, que incrustar a sus familiares en las nóminas de gobiernos, son lo que se mantiene, porque en los años 70 del siglo pasado se acuño la palabra “vivir fuera del presupuesto es un error” y así lo siguen haciendo. Aun cuando ellos señalaban que no serían iguales a los del PRI o el PAN.
Sin embargo, sabemos ahora que no han cambiado y que son peores, porque ellos mismos traicionan sus principios de partido de “No mentir, no robar y no traicionar”.
Esto hace hueco el discurso de Claudia Sheinbaum y no creíbles sus promesas, porque hasta ahora nada ha cambiado.