Por Víctor Barrera
Ya pasadas las calenturas de los comicios estatales y el desagradable desdén de López Obrador a La Cumbre de la Américas, es importante regresar al tema alimentario, porque es un factor que sigue flotando en el aire y puede tener consecuencias catastróficas de no atenderse.
En México solo escuchamos este tema durante la campaña política del tabasqueño, como uno de sus ejes para combatir la pobreza, la autosuficiencia alimentaria, sin embargo, hasta ahora, no se ha logrado impulsar la producción nacional de alimentos.
Hemos señalado que la escasez de alimentos es un problema que pega tanto a los que más tienen, pero de manera importante a quien menos tiene, porque el mercado de los alimentos se supedita a la oferta y la demanda y los precios de sus productos muchas veces escapa del alcance de una magra economía familiar.
En México, la gran mayoría, cerca del 87 por ciento de la gente, se encuentra entre la clase media, cada vez más menguada y la gente pobre. esto implica la urgente necesidad de producir más alimentos que lleguen a precios justos con la economía familiar de esta gente.
El mercado de alimentos empieza a ser impactado por la guerra entre Rusia y Ucrania esto hace que el precio de los cereales y oleaginosas a nivel internacional sea más caro y lamentablemente México se ha convertido en un enorme importador de estos alimentos, porque durante años no se ha podido aprovechar los recursos naturales y tecnológicos para producir estos alimentos.
Como ejemplo debemos poner que se ha mal utilizado y sobreexplotado el uso del agua, donde se ha privilegiado este uso de este líquido para producir otros productos que no son necesariamente alimentos.
Esto sale a relucir cada vez que estamos en tiempo de sequía, pero no ha existido una política pública que trate de regular esto y evite que se perjudique a estados de la república como Coahuila, Jalisco, Nayarit y Sinaloa, que tienen una producción importante de granos, cereales y oleaginosas entre otros productos agropecuarios, porque no hay agua suficiente para el riego y el uso personal, provocando con ello menor sembradío y cosecha de alimentos.
La dependencia en importaciones como proporción del Consumo Nacional Aparente supera por mucho la recomendación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), de no importar más de 25% del consumo nacional aparente. México compra fuera casi todo el maíz forrajero, pero suele producir el 100% del maíz blanco para las tortillas, lo que hace que la balanza maicera sea deficitaria en 39%, pero lo es en 55% en trigo y en 95% en soya.
Entonces la escasez de estos alimentos por el precio alto se convierte en un factor determinante de hambruna en nuestro país, pese a ello, el gobierno federal no ha hecho nada al respecto.
Si acaso creó el organismo de Seguridad Alimentaría Mexicana (Segalmex), que tiene como objetivo ofrecer precios de garantía por encima de los del mercado a los productores de recursos más pobres y bajos rendimientos, para que el campo nacional pudiera tecnificarse; Sin embargo, la corrupción rápidamente hizo rehén a este organismo, problema que ha no se ha podido solucionar.
También falló en establecer una estrategia en toda la cadena alimentaria, desde la producción con uso adecuado del agua y otros insumos; el acopio de cosechas; los procesamientos industriales; la distribución a mercados de mayoreo y menudeo para poder aplicar a cada eslabón los incentivos requeridos por cada cultivo y por las distintas regiones.
El resultado de esto es la baja productividad y de volúmenes producidos, manteniendo crecimiento en la importación de alimentos.
México requiere de acción del gobierno federal y del poder Legislativo, para establecer políticas públicas en caminadas a producir más alientos, pero respaldado con un presupuesto que implique mayor inversión para ello.