Las mujeres han sido clave para la localización, búsqueda, preservación de la memoria y exigencia de justicia frente a un delito que se considera de lesa humanidad y una violación grave a los derechos humanos: la desaparición forzada de personas.
Recientemente, un colectivo de búsqueda de la región de Jalisco (México) mostraba una vez más a las madres buscadoras haciendo el trabajo que le corresponde a las autoridades.
El 5 de marzo del 2025, el Colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco localizó, en el rancho Izaguirre de la localidad mexicana de Teuchitlán, un centro de reclutamiento forzado y campo de exterminio del crimen organizado. Se hallaron allí fragmentos de huesos, hornos para la incineración y una imagen estremecedora. Cientos de pares de zapatos y objetos personales abandonados, que remiten a escenas del Holocausto.
La indignación social frente a un hecho tan doloroso se agrava porque, unos meses antes, en septiembre de 2024, las autoridades locales ya habían acudido a ese lugar. En aquella ocasión, las fuerzas de seguridad detuvieron a algunas personas y liberaron a quienes estaban retenidos contra su voluntad, pero dijeron no haber visto nada de los hallazgos que ha mostrado ahora el colectivo de madres buscadoras.
Bajo el lema “contra el horror y el infierno”, diversos colectivos han convocado una jornada de luto nacional el sábado 15 de marzo, así como vigilias en el Zócalo de la Ciudad de México y en otras ciudades de la República.
El argumento oficial ofrecido resulta de lo más absurdo. «El rancho era demasiado grande para revisarlo en su totalidad” fue la explicación ofrecida por el fiscal estatal de Jalisco, Salvador González de los Santos.
Los terribles hallazgos son una muestra de la complejidad de una problemática que, lejos de ser erradicada, se ha agravado en algunas regiones latinoamericanas y del mundo.
México alcanzó en 2022 la cifra de 100 000 personas desaparecidas, según el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU. En 2024, el número de desaparecidos se elevó a 10 058, la cifra más alta registrada en un solo año hasta la fecha. Estos son los números oficiales, aunque se estima que la realidad pueda duplicarlos.
En el mes de enero de 2025 se celebró en Ginebra (Suiza) el Congreso Mundial sobre Desapariciones Forzadas, que reunió a representantes de 120 países. Las participantes identificaron la dimensión global del problema de la desaparición de personas y avanzaron en la implementación de esfuerzos internacionales coordinados para lograr su erradicación.
En el Congreso se destacó de manera especial la participación de las mujeres familiares de personas desaparecidas. Mujeres que han transformado su dolor en un motor de trabajo colectivo y en un camino para la justicia. La labor de campo que realizan y su búsqueda incesante están en la raíz de la reparación y la garantía de no repetición. Un reconocimiento al que se suma su papel como constructoras de memoria y paz. Un rol que las lleva a enfrentar diversas formas de violencia extrema.
Los testimonios de activistas de Siria, Filipinas, Gambia, México, Argentina y otras regiones del mundo expusieron los padecimientos que sufren las mujeres en cada país.
Durante los 14 años del conflicto sirio, las mujeres vivieron detenciones y desapariciones forzadas. Por otro lado, la ausencia de sus seres queridos afecta cada aspecto de la vida cotidiana. Por ejemplo, algunas madres murieron sin conocer el paradero de su hijo desaparecido. También se pusieron de manifiesto las dificultades legales que afrontan, así como la imposibilidad de certificar la desaparición para acceder a derechos básicos.
Mujeres de Filipinas hablaron sobre el rol histórico de las mujeres en su país frente a las desapariciones forzadas y otras violaciones de derechos humanos. Un país, Filipinas, cuyo presidente entre 2016 y 2022, Rodrigo Duterte, ha sido recientemente detenido y procesado por la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad.
Las activistas filipinas presentes en el Congreso de Ginebra señalaron que tanto el colonialismo como el patriarcado han perpetuado la explotación de las mujeres, tratándolas como ciudadanas de segunda clase. Las búsquedas de los desaparecidos en Filipinas están a cargo, principalmente, de las madres, abuelas y hermanas. Esta labor encuentra resistencias y da pie a enfrentamientos con las fuerzas del Estado. Además, estas mujeres tienen que asumir responsabilidades para mantener a sus familias mientras buscan a sus seres queridos.
Los testimonios desde Gambia mostraron que, para muchas mujeres, la justicia no solo significa castigar a los responsables, sino también obtener la verdad sobre lo ocurrido. “Saber dónde están sus seres queridos o recuperar sus restos mortales es un paso esencial para cerrar heridas”, señaló Sirra Ndow, representante de este país en el Congreso.
La dirigente en Gambia de la Red Africana contra Ejecuciones Extrajudiciales y Desapariciones Forzadas hizo notar el impacto físico y psicológico de estas experiencias, así como el desarrollo de enfermedades crónicas debido al estrés y el trauma. Recordó también que las mujeres son frecuentemente invisibilizadas en los procesos de verdad y reparación, ya que los hombres suelen ser quienes testifican, dejando las historias de las mujeres en segundo plano.
Cada narración refleja el profundo impacto de las desapariciones forzadas en las mujeres de diferentes partes del mundo. Aunque los contextos son diversos, las experiencias comparten temas comunes: el dolor, la lucha por la verdad, la estigmatización y la búsqueda de justicia. Las mujeres no solo lideran estas búsquedas, sino que también construyen memoria y luchan por transformar sus realidades.
En las conclusiones expuestas en la jornada de clausura del Primer Congreso Mundial sobre Desapariciones Forzadas se resaltó la importancia de incorporar la perspectiva de género en todas las estrategias y acciones encaminadas a la verdad, la justicia y la reparación. Las portavoces del foro consideraron que las mujeres han sido, en muchos casos, las principales impulsoras de la búsqueda de personas desaparecidas. Y que se debería reconocer su liderazgo y su papel como agentes de construcción de paz.
La indignación, el asombro y la exigencia de justicia frente a hechos de extrema violencia como los que destapa el reciente hallazgo del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco debe llevar a atender con urgencia el grave problema de la desaparición de personas.
Pero además de asumir sus responsabilidades en el esclarecimiento de los hechos, las instituciones han de garantizar a las familias buscadoras toda la protección y acompañamiento frente a los riesgos a los que se enfrentan día a día y, de manera particular, a las mujeres que lideran las búsquedas.