Por Víctor Barrera
La realidad de México es que pasamos de un país que había permitido el crecimiento de la democracia a un país que nuevamente cierra las oportunidades para esta y posiblemente viviremos esta nueva realidad por varias décadas como lo adelantan los morenistas.
Solo nos resta esperar que a partir de la toma de protesta como la primera presidenta de nuestro país, Claudia Sheinbaum, inicie a ejercer ese poder para el beneficio de todos los mexicanos y no solo para la continuidad de un proyecto que dividió a la sociedad entre los que están con la 4T y los adversarios políticos, como los ha clasificado el líder moral del movimiento.
México posiblemente también pasará a ser un país militarizado, porque las fuerzas armadas no solo realizarán el trabajo que está consagrado en nuestra Constitución Política sino seguirán siendo constructores y administradores, y así lo ha adelantado la presidenta electa Claudia Sheinbaum.
Lo más lamentable de esto no es sea militarización, que ya es un mal, sino la forma en la cual altos mandos del ejército observan la realidad en los estados del país y que ante el alto índice alto de violencia simplemente señalan que esos problemas se derivan del enfrentamiento entre dos grupos que buscan mantener su poder y que la inseguridad y la violencia desaparecerá cuando estos grupos se pongan de acuerdo. Tal y como lo declaró el general de la zona militar en Sinaloa.
Si a esto sumamos que la reforma al Poder Judicial es ya un hecho y que en los próximos dos años tendremos que elegir todos los ciudadanos a través de nuestro voto, que puede ser democrático pero resulta ser demagógico,, porque será imposible que los ciudadanos conozcamos plenamente a quienes elegiremos como jueces y solo acudiremos las urnas para elegir a un total desconocido o a un simpatizante o militante de un partido político o quizás hasta alguien empujado por los poderes facticos y que por supuesto que trabajaran para ellos.
Esto, como lo he señalado recientemente, genera una incertidumbre enorme entre los inversionistas nacionales y extranjeros que buscan nichos donde colocar sus capitales para obtener plusvalía y no para que sea manejado por el gobierno o limitado en la forma en donde y cuanto podrá invertir bajo las reglas de esperar que el gobierno le otorgue ese favor y no le cambie las reglas.
Esta incertidumbre se traducirá en menor ingreso de capitales y los existentes podrán ser reinvertidos, pero en menor cantidad, para que los capitales puedan emigrar a otro país donde deje más ganancias.
Respecto a los recursos públicos, estos podrían disminuir, por tanto, habrá menos recursos para invertir en los sectores productivos del país y si a esto sumamos que el gobierno federal queda totalmente obligado, por la Constitución Política, a entregar plenamente los recursos de los programas sociales, entonces los recursos para aplicarlos a la productividad nacional y originar un crecimiento del Producto Interno Bruto, será mucho menor.
Otra realidad ser que con la extinción de los organismos autónomos y que sus funciones serán absorbidas por algunas secretarias de estado, la confianza de los inversionistas será mayor, porque muy pocos capitalistas quieren tener a los gobiernos como socios, porque no saben administrar y mucho menos los quieren tener como juez y parte en un momento donde aparezcan controversias y se vayan a un juicio,
Es verdad que los inversionistas no les importan el carácter democrático o dictatorial de un sistema judicial, sino que estas no afecten sus intereses, pero cuando sus intereses son trastocados entonces emigran a otras naciones.
Si hoy la economía mexicana ya está en un proceso de desaceleración preocupante, con la inversión cayendo, el consumo estancado y las finanzas públicas sostenidas por pinzas, la incertidumbre no hará más que agravar esta situación. Este es el paquete que el presidente decidió dejarle a su sucesora y le corresponde a ella resolver el presente y futuro de la nueva realidad mexicana.