Por Víctor Barrera
México mantiene dos retos a resolver en el corto plazo, el primero es retomar el efecto rebote de nuestra economía, que fue interrumpida por una segunda y tercera ola del covid-19, que fue propiciada por el relajamiento de las medidas preventivas ante esta pandemia y permitir que las reuniones multitudinarias empezaran a darse, cuando aún no se cumplía con la meta mínima de personas vacunadas dentro del país.
Pero se debe tomar en cuenta que este “rebote” económico debe ser consecuencia de una estrategia bien planeada para fortalecer los sectores productivos que permitan no solo esperar acciones fortuitas externas para obtener resultados positivos.
Esto es, si solo dependemos de que la economía de Estados Unidos crezca, es posible que tengamos un sector exportador fuerte, pero en lo interno, por falta de un cuadro de políticas gubernamentales, nuestro mercado interno seguirá siendo débil e incapaz de cubrir las necesidades de proveeduría que la economía norteamericana requiera.
Si nos remitimos a los resultados más recientes de nuestra economía, el prolongado debilitamiento de nuestra economía durante el segundo y tercer trimestre del año, sumado al Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), nos ubica en niveles que teníamos en 2018, lo que muestra que en tres años no hemos sido capaces de alcanzar esos crecimientos económicos “mediocres” del 2 por ciento que teníamos durante administraciones federales anteriores.
La falta de crecimiento, también ha deprimido el ingreso por habitante, lo que ha limitado la adquisición de bienes y servicios de la población.
Las cifras más recientes señalan que en México el número de gente en pobreza se ubica en 17 millones y 4 millones se encuentran en el nivel de pobreza extrema, derivado de la debilidad de los sectores productivos ante el confinamiento por el Covid-19, que llevo a muchas pequeñas y medianas empresas a cerrar totalmente sus puertas y ampliar con ello los niveles de desempleo en el país durante el 2020. Sin embargo, en el 2021, no se logró nivelar el número de empleos creados con los que se tenían en el 2019 antes de la pandemia.
Lo que deja por lo menos a medio millón de mexicanos sin empleo, pero a un porcentaje similar con un empleo, pero con salario menor al que obtenían y otro millón de personas en niveles de subocupación o en la informalidad.
Retomar una tendencia de crecimiento requiere superar estas deficiencias, entre otras acciones, a través del respeto al Estado de derecho y de “reglas del juego”, que no cambien de un día para otro, además de la eliminación de las barreras a la inversión en todos los sectores y la promoción de la competencia.
El otro desafío es el control de la inflación, que en 2021 se ubicó hasta la primera quincena del mes de diciembre en 7.5 por ciento, el más alto desde principios de 2001 y que no teníamos desde hace varios años.
Esta inflación elevada tiene un efecto más demoledor sobre la población de menores ingresos. Es decir, el poder adquisitivo de la moneda constituye un camino seguro para acrecentar la pobreza.
El control de la inflación requiere una postura monetaria firme por parte del Banco de México. El régimen de tipo de cambio flexible permite procurar la estabilidad de los precios, independientemente de lo que ocurra en el resto del mundo. Pero esta postura deberá estar alejada de las presiones de la administración federal.
México tiene otros retos a mediano plazo, pero deberemos empezar con los más elementales, fortalecer el mercado interno y evitar que el dinero circulante sea mayor a lo requerido.