Por Víctor Barrera 

Solo faltan 33 días para que culmine el sexenio presente, el que muchos mexicanos no podremos olvidar, porque ha sido el peor sexenio de todos, en lo que va de este siglo. 

En 2018, cuando se llevaron a cabo los comicios federales, para elegir a la persona que asumiera el Poder Ejecutivo del país, no había muchas opciones; continuar con un PRI colmado de corrupción, pero abierto al mercado y atrayendo  inversiones o regresar a la época del PAN donde  los pequeños grupos formaban bloques que ambicionaban más el poder que servir al pueblo; o votar por alguien que durante años se mostraba como un demócrata y que pedía a gritos, desde el 2006, lo dejaran  administrar la país, porque eso “no tiene mucha ciencia” para hacer valer los derechos de los pobres. 

Esta última palabra la convirtió en su slogan y manifestó que en su gobierno serian «primero los pobres”, aunque no señalo a que pobres se refería y mucha gente se llevó más por el desengaño de encontrar a priistas corruptos y panistas sedientos de poder que en reflexionar si estábamos listos para tener a un político de mediana estatura y nula experiencia administrativa. 

El resultado fue obvio, la tercera opción, quien al iniciar su administración prometió una transformación, y debo reconocerlo, realizo una transformación total del país. 

Al grado que muchas voces del país, y ahora también fuera del mismo, quienes han opinado que México está al borde de una crisis económica que podría desatar otras, como la política y social. Y solo falta una mala decisión tomada por la nueva administración para que esto se detone. 

Pero pese a ello, el aun inquilino de Palacio Nacional sigue realizando declaraciones que poco abona a que el país pase una transición política sin sobresaltos. 

Estas declaraciones han ocasionado, al menos en los últimos tres meses, cambios importantes en el mercado cambiario y ha colocado al peso del nivel de 17 pesos por dólar hasta el nivel de 20 pesos, casi el mismo que existía en el 2018, con ello se cae el mito del peso “fortachón” 

También ha inhibo la inversión extranjera directa y esta se ha desplomado, lo que convierte en un “mito genial” al nearshoring,  tema que se había tomado por varios meses como la gran oportunidad de México para obtener más inversiones e impulsar el crecimiento económico, hasta niveles del 6 o el 4 por ciento cifras prometidas por el de Macuspana. 

Afirmaba que, con su política de Austeridad y Ahorro, no endeudaría a México, más de lo que le entregaron y el resultado es un déficit fiscal del 6 por ciento con respecto al PIB, Esto implicara mayores recortes presupuestales en la próxima administración, no solo para hacer frente a los pagos obligados de la deuda, sino también para reducir ese déficit al 3 por ciento, que aun está por encima del tamaño que recibió. 

Estos recortes entonces deberán ser cubiertos por recursos públicos, recursos que deberían ser invertidos en los sectores productivos para alcanzar la autosuficiencia alimentaria, tener mejores servicios en los sistemas de salud, educación, obra pública, energía eléctrica, gasolinas con menor precio, agua potable, recolección de basura, eliminación del comercio informal y mayor seguridad pública, algo que deberemos esperar otros años más para que se cumplan,

Pero esta por cerrar el sexenio de los caprichos, de las ocurrencias y las mentiras para entrar, al menos eso se espera, al sexenio de un trabajo para enfrentar todos esos problemas que mantienen a gran parte de la población, 47 millones de personas en pobreza y cerca de 13 de ellas en la pobreza extrema.