Por Víctor Barrera
México está yendo a pasos agigantados a un régimen autoritario disfrazado de democrático, pero cuando este se siente afectado en sus intereses responde con todo lo que tiene a su alcance violentando los derechos fundamentales de los mexicanos como es el derecho a una vida segura.
Esto ha provocado que al exterior nos empiecen a mirar como un país que ha perdido la calidad democracia que se fue construyendo a lo largo de los años y que distinguía a nuestro país de otros donde lo conflictos sociales internos se han convertido en muertes violentas y perdida de gobernabilidad.
Hemos visto como la intolerancia se vuelve un ataque constante a quienes no están de acuerdo con lo que la administración federal pretende imponer, y que ahora se utilizan las dependencias federales para exponer información que debe ser resguardada por ser particular.
También hemos observado que se ataca a los organismos ciudadanos que fueron creados para supervisar y evitar que el poder Ejecutivo utilice los recursos nacionales como suyos, sin embargo,, con el pretexto de acabar con la corrupción estos organismos autónomos cada vez están perdiendo la autonomía de ahora son comprados por gente que van con la línea existente, sin mediar una explicación para actuar.
La concentración del poder nuevamente en una sola persona, vuelve a aparecer y así se ha demostrado desde el momento que López Obrador decidido la creación de una empresa pública con manejo militar para, a través de ella, decidir el destino del gasto público para realizar la construcción y operación de la infraestructura como es el caso del Tren Maya el Aeropuerto Felipe Ángeles y la construcción de Bancos, dejando de lado al sector privado, algo que afecta de manera importante a la economía nacional porque no se permite crear los empleos suficientes para otorgar a los mexicanos ingresos y también en un problema para las finanzas públicas porque ante la falta de producción se provoca la ciada de ingresos a las arcas públicas vía impuestos.
México ha caído en un estado hibrido, como lo califica The Economist, donde la democracia permite la entrada a un autoritarismo que en el corto plazo será predominante y nos quitará todos los derechos hasta ahora obtenidos.
México está regresando a las épocas donde el Estado era el proveedor de todo y nada se cambiaba si el Estado mismo no lo hacía, donde la modernización era una simple copia, mal hecha, de lo que ocurría en el mundo y el desarrollo económico del país se cimentaba en la producción nacional.
México es un país con una gran cantidad de Tratados y Acuerdo comerciales internacionales, por lo que no deberemos permitir que estos se cierren o desparezcan, porque no podremos vivir aislados, sin que tengamos el desarrollo en otras áreas importantes como la ciencia, la tecnología, la educación o la infraestructura.
De permitirlo México perderá el grado de inversión y con ello no podremos acceder a créditos financieros y los papeles de deuda que emita el gobierno serán calificados como “basura”.
Entonces los efectos negativos que se generaran será poca afluencia de inversión privada y la publica será insuficiente para crear los crecimientos económicos prometidos.
Debemos apuntar que un país con fortaleza en sus instituciones políticas y sociales con mecanismos de supervisión del gasto público son fundamentales para alentar la participación de la inversión y esta genera los empleos requeridos en un país, los ingresos para que la gente tenga una vida digna sin carencias.
Hoy en México se está perdiendo gran parte de lo que nos hacía fuertes y atractivos para los inversionistas, lo más lamentable es que aun gran parte de los mexicanos no lo perciben y de seguir así estaremos en un camino donde para regresar hasta donde estuvimos situados en el 2018, se necesitaran varios años más.