Los investigadores mexicanos trabajan para determinar la causa de la explosión de un camión cisterna que transportaba más de 49 mil 500 litros de gas en una carretera principal de la capital que mató al menos a ocho personas y dejó heridas a otras 94.

Tras el mortal accidente, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció el jueves que se «fortalecerán» las medidas de seguridad para garantizar el transporte de combustibles y que la Secretaría de Energía está trabajando en el diseño de las nuevas medidas, de las que no dio detalles.

En ese sentido, la alcaldesa de la Ciudad de México, Clara Brugada, indicó en conferencia de prensa que en la capital se establecerán «mejores condiciones para la circulación» de los vehículos que transportan combustibles.»Esta situación fue muy grave. No queremos que se repita».

“He instruido a la secretaria de Protección Civil para que, junto con el Gobierno federal y la ASEA, construyan un protocolo que determine qué tipo de transportes deben circular por nuestras calles y de qué manera”.

El siniestro del miércoles, en el que se quemaron más de dos docenas de vehículos, creó una escena espeluznante de sobrevivientes con graves quemaduras tambaleándose en la calle con la ropa hecha jirones mientras los socorristas se apresuraban al lugar. Los heridos sufrieron quemaduras de segundo y tercer grado.

El accidente ocurrió en la carretera que conecta la Ciudad de México con Puebla, a la altura del municipio más poblado de la capital, Iztapalapa. 

La Fiscalía de la Ciudad de México dijo en un comunicado que investiga el accidente del camión que, según los primeros reportes, volcó ocasionando posteriormente una explosión cuya onda expansiva dañó a 32 vehículos.

Por el momento maneja dos líneas de investigación, pero la fiscal capitalina, Bertha Alcalde, expresó que es probable que el conductor, que se encuentra en estado grave, haya incurrido en «exceso de velocidad».

La tragedia atrajo nuevamente la atención sobre los miles de camiones que recorren México diariamente transportando gas licuado de petróleo, del que dependen la mayoría de los hogares y negocios para cocinar y calentar agua.

Los reguladores dijeron que una revisión preliminar reveló que el camión no tenía un seguro actualizado que le permitiera transportar gas, pero la Transportadora Silza informó en un comunicado que tiene tres pólizas de seguro vigentes para atender los daños y las víctimas.

Brugada señaló que Silza contactó a las autoridades y que está «en disposición de hacerse responsable de lo que ocurrió».

Aunque la explosión involucró a un gran camión cisterna, en lugar de los más pequeños que realizan entregas residenciales, ambos han estado involucrados en accidentes mortales en la última década.

En 2020 un doble remolque que transportaba gas licuado de petróleo volcó en una carretera en el estado occidental de Nayarit y mató a 13 personas cuando el fuego se extendió a otros vehículos.

En 2015 una fuga en un camión de propano más pequeño que realizaba una entrega en un hospital de maternidad de la Ciudad de México permitió que el gas se filtrara en el edificio y provocó una explosión que mató a cinco personas e hirió a decenas.

Brugada informó el jueves que la cifra de fallecidos por la explosión se elevó a ocho y que aún permanecen hospitalizadas 67 personas de las cuales 22 se encuentran en estado crítico.

Las listas de heridos mostraron que algunos sufrieron quemaduras en el 100% de sus cuerpos. Entre los lesionados había un bebé y un niño de dos años.

Beatriz Aguilar, de 36 años, permanecía en un hospital a la espera de información sobre el estado de salud de su hijo, de 15 años, que sufrió quemaduras en la cara y el cuello al ser alcanzado por las llamas cuando regresaba de la escuela en un trolebús. «Estoy esperando que entre al quirófano, pero le tienen que quitar primero la ropa que aún trae pegada. Es un caos, hay mucha gente», dijo angustiada.

Fuera de un centro de salud en el sur de la ciudad había grupos de vecinos repartiendo comida y agua a familiares de las víctimas.

Entre ellos estaba Pilar Domínguez, de 33 años, con una bolsa de pan dulce. Domínguez, que vive justo al lado del lugar del accidente, conducía con su hija de 9 años cuando oyó la explosión. Sintió que el suelo temblaba y que todo a su alrededor estallaba en llamas.

La mujer relató que vio a decenas de personas huyendo del lugar y gritando mientras intentaba calmar a su hija. Recordó a una mujer que corría con la mayor parte de la piel quemada. «Venía gente llorando, gritando, huyendo», comentó.

Más tarde esa noche ella y su marido reunieron dinero para comprar pan dulce y café que comenzaron a repartir entre los familiares que esperaban noticias afuera de algunos de los hospitales de la ciudad. «Es una forma de aportar y agradecer que estamos vivos».