Las fuertes lluvias que cayeron el lunes 2 de junio sobre la Ciudad de México y el Estado de México, “evidencian los límites de la infraestructura urbana frente a un clima cada vez más extremo”, afirmó la Revista Global de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).  

La tromba del pasado lunes fue una de las más fuertes desde 2017, de acuerdo con la jefa de gobierno, Clara Brugada. En pocas horas cayeron más de 10 millones de metros cúbicos de agua, lo que es suficiente líquido para llenar una presa.  

La intensa lluvia provocó la suspensión del servicio en la Línea A del Metro; más de 50 puntos de inundación; daños en más de 600 viviendas; y afectaciones en 13 de las 16 alcaldías, en las que hubo encharcamientos y más de 15 árboles caídos. Las tormentas ponen en riesgo no solo los bienes materiales, sino la seguridad y salud de las personas.  

Con el objetivo de contar con una mayor comprensión y mejorar la gestión de los fenómenos climáticos extremos, la UNAM ha creado protocolos de actuación, sistemas de monitoreo, modelos de predicción y estrategias de resiliencia urbana.  

El Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático, así como el Instituto de Geofísica de la UNAM, han documentado el efecto “isla de calor”, que es una consecuencia de la expansión urbana sobre el clima local. Se conoce así a los microclimas dentro de las ciudades que pueden elevar la temperatura hasta 10°C más que en áreas rurales, lo que modifica los patrones de precipitación. 

Además, la pérdida de áreas verdes y cuerpos de agua intensifican la frecuencia y magnitud de las lluvias en la región. Entre 2003 y 2006, la CDMX perdió 12% de sus áreas verdes interurbanas, lo que agravó el problema de las inundaciones, de acuerdo con la Revista UNAM Global. 

“Para 2050, se prevé que las grandes metrópolis del país se calienten dos grados más que el promedio global, lo que aumentará la probabilidad de lluvias torrenciales, olas de calor y otros eventos extremos”, resaltó la publicación. 

Frente a este panorama, la UNAM promueve estrategias como las Zonas de Desarrollo Controlado (ZEDEC), que buscan frenar la expansión urbana en zonas susceptibles a inundaciones y deslizamientos. Para determinar las zonas con estos riesgos, se utilizan modelos hidrológicos y geotécnicos desarrollados por el Instituto de Ingeniería. 

Por otra parte, investigadores universitarios promueven la creación de áreas verdes, por sus múltiples beneficios, ya que permiten la recarga de acuíferos, regulan el escurrimiento de agua y mejoran el microclima.  

La UNAM implementó protocolos para proteger a la comunidad universitaria, y que también pueden replicarse en otras instituciones públicas y privadas. Estos consisten en:  

  • Monitoreo constante de información meteorológica confiable. 
  • Limpieza preventiva de azoteas, coladeras y drenajes. 
  • Simulacros de evacuación y capacitación de brigadistas. 
  • Señalización y mantenimiento de rutas de emergencia. 
  • Coordinación con Protección Civil, Bomberos y servicios médicos. 
  • Evaluación inmediata de daños y activación de planes de evacuación. 

La UNAM también desarrolló plataformas como UNIATMOS, que almacena datos climáticos, aunque no tiene funciones de pronóstico; y el Sistema de Información sobre Peligros y Riesgos (SISPER), que permite visualizar escenarios de riesgo con base en datos históricos y modelos climáticos.  

Frente a un panorama donde las lluvias extremas serán cada vez más frecuentes, la Revista UNAM Global destacó el papel de la ciencia y la tecnología como herramientas esenciales para proteger vidas, infraestructura y ecosistemas.