Por Víctor Barrera  

La estabilidad de las finanzas públicas será un tema pendiente para la próxima administración que tendrá que resolver el dilema de cómo bajar el déficit fiscal que heredará de un 6 a solo 3 por ciento, para hacerlo más manejable a lo largo de su sexenio 

De acuerdo a quienes manejan las cifras, este déficit representa por lo menos un billón de pesos y esto podría incrementarse de no existir una inversión privada en los proyectos que pretenda crear, mantener y elaborar la próxima administración federal, porque entonces tendrá que echar mano de un endeudamiento mayor, para evitar desestabilizar el programa presupuestario que contemplará como principal prioridad cubrir los programas sociales existentes y los prometidos por la Claudia Sheinbaum. 

México entrará a un nuevo sexenio con la intención de asegurar la continuidad del proyecto de la 4T, el cual seguimos sin saber los objetivos en el corto y mediano plazo pero que están en marcados en una política de austeridad y ahorro del gobierno federal para destinar recursos en apoyo de los más pobres y grupos vulnerables. 

Esto se convierte, para la administración de Claudia Sheinbaum, en una herencia bastante pesada, puesto cada año son más las personas que entran a la edad de adultos mayores y pocos los jóvenes que se incrustan al mercado laboral. 

Esta diferencia impacta de manera directa en cuanto a los recursos que se tiene para ir solventando las pensiones de las personas adultas de la tercera edad, que aun conservar el derecho de tener una pensión vitalicia. 

Entonces el principal reto a enfrentar de la próxima administración es recuperar la confianza de quienes invierten en el país, nacionales y extranjeros, para que no saquen sus capitales e inyecten aún más, porque de lo contrario los recursos públicos seguirán siendo recursos insuficientes para crear las obras que ha puesto en la mesa Claudia Sheinbaum y que serán parte de la generación de empleos para muchos mexicanos. 

Sheinbaum Pardo tendrá que empezar a hacer valer el peso de ser presidenta electa y hablar son los legisladores para evitar que las decisiones que estos tomen ahuyenten aún más a los inversionistas o de lo contrario la meta de hacer crecer el PIB nacional se convertirá en otro «mito genial”. 

Porque de no detonar ese crecimiento, México está condenado a mantener niveles cercanos al 1 por ciento de crecimiento económico que no provoca ningún cambio en el desarrollo real del país. 

El gobierno entrante, entonces, deberá ya estar estableciendo la estrategia para evitar un rompimiento con sus principales socios comerciales, con los empresarios o con los organismos internacionales, para evitar que los capitales salgan de manera inmediata del país, dejándolo en una crisis financiera 

Es decir, tendrá que revertir la incertidumbre política en la que se a sumido el país y que deja entrever que la supremacía de Morena y sus aliados políticos, poco dejaran a la apertura de sectores denominados de prioridad nacional, lo que alentara la inclusión de tecnología en su desarrollo, sea por la falta de recursos para desarrollarla o comprarla o porque las empresas que desarrollan esa tecnología no verán a México como un nicho de oportunidades. 

Entonces el dilema estará entre elegir el progreso o el populismo que deja como herencia la presente administración