Por Víctor Barrera 

La continuidad que promete Claudia Sheinbaum durante su sexenio no es algo que augure un cambio importante para la gran mayoría de los mexicanos que observarán como sus salarios seguirán siendo precarios, que la tan pronunciada soberanía energética no implica el desarrollo y crecimiento económico y que nuestra economía se ira desacelerando de manera importante como consecuencia de las malas decisiones que se tomaron en este sexenio.  

Una nación independiente y con soberanía no es la que cierra las puertas a la inversión y que está en contra del capitalismo, sino todo lo contrario, es la que empuja a los inversionistas a arriesgar su capital a cambio de dividendos importantes, Es la nación, que a través de su administración federal trabaja para los más necesitados, sin otorgar dadivas, sino oportunidades de crecimiento y desarrollo social y laboral.  

Sin embargo, esto, no ha sido mostrado por Claudia Sheinbaum, como sus prioridades, sino el continuar con el régimen que hasta ahora solo ha dejado números negativos en todos los aspectos.  

Esto no significa que exista una ruptura abrupta con el régimen anterior, sino que, si existen coincidencias importantes entre ambas administraciones que se prioricen las que más favorece a la población y no solo la reinstalación de un partido hegemónico, donde un puñado de personas decidirá por varios años el rumbo del país, algo que vivimos el siglo anterior, pero en esta ocasión sin mostrar señales propias e independientes de una ideología trasnochada.  

El problema es que Claudia Sheinbaum sigue actuando como subordinada de quien le permitió llegar a la presidencia de la república y no como una estadista que tendrá las riendas de un país durante seis años.  

Porque ha permitido que el aun inquilino de Palacio Nacional sea su vocero, establezca su agenda sobre la de ella y la obligue a realizar una gira que solamente le quita el tiempo para ir estructurando una estrategia para evitar que en los primeros meses de su administración el país caiga en una crisis profunda.  

Y no solo una crisis económica, derivado del porcentaje alto que deja como deuda con relación al Producto Interno Bruto, sino que también de índole política nacional y exterior.  

Claudia Sheinbaum ha permitido que el inquilino de Palacio Nacional mande sobre el nuevo Congreso de la Unión, no solo al dejar a personajes más que leales a él como coordinadores de las bancadas, sino que pretende que estos nuevos representantes populares, aprueben una sobrerrepresentación que implica demostrar que muchos de ellos seguirán sus indicaciones basado en su estatus de “jefe moral”.  

Si a esto sumamos que, en su gran mayoría, los secretarios de gabinete se clasifican como leales al tabasqueño y solo una parte menor a Sheinbaum Pardo, solo muestra la imagen de que no es lealtad sino subordinación ante “el jefe moral”.  

Algunos hemos pensado que esta conformación del gabinete de Sheinbaum Pardo solo corresponde a que no quiere romper abruptamente con su “jefe” y que mantendrá este gabinete por lo menos un año para luego establecer al 100 por diento el suyo. Pero en este lapso, solo se podrá observar que quienes son leales al tabasqueño implementaran unas estrategias para seguir imponiendo la voluntad de este y no la de Sheinbaum.  

Por ello insisto, este próximo sexenio no tendrá nada bueno para la población más pobre, porque ellos se conformarán con los programas sociales, para la clase media, posiblemente seguirá siendo ninguneada y los empresarios tendrán que ceñirse a continuar con una política que no beneficia su crecimiento.  

En cuanto al os problemas que persisten, estos seguirán, posiblemente en os mismos niveles, de inseguridad, desempleos, falta de servicios adecuados para la población y una brecha social ya no solo entre los que menos tiene y la otra parte de la sociedad, sino la instalación de una clase política que caerá en lo que durante muchos años crítico, una riqueza inmensa y un poder total para hacer lo que les venga en gana