Por Víctor Barrera
Si tomamos en cuenta las cifras más recientes en el ámbito económico, podríamos afirmar que México está teniendo un desempeño positivo en este 2023. Sin embargo, si analizamos de manera completa el desempeño sexenal, las noticias positivas se vuelven un tanto gris, ya que México es uno de los países que muestra mayor rezago en su recuperación económica respecto a la caída sufrida en el 2020 como consecuencia de la pandemia del Covid-19.
Esta insuficiencia nos muestra que, aun cuando este año podría crecer la economía en 3 por ciento, el promedio anual apenas alcanzaría un 0.6 por ciento, números que son muy por debajo de lo prometido por el tabasqueño y aun por los que se alcanzaron durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. Con un promedio anual de 2 por ciento.
Esto tiene una explicación y es que, durante el periodo de recesión económica global, el gobierno mexicano no inyecto recursos a los sectores productivos para fortalecerlos y mantener un nivel de productividad, que nos mantuviera en competitividad cuando esta pandemia amainara.
Lo increíble es que, si existieron los recursos suficientes para aplicar esta estrategia, si contamos los cerca de 250 mil millones de pesos que este gobierno federal recaudo de los fondos y fideicomisos existentes que, durante años tenían un propósito claro, pero que bajo el señalamiento de presuntos actos de corrupción que nunca documentaron el presidente o su equipo.
Es cierto que hubo un gasto en infraestructura, pero se realizó principalmente en las megaobras, caprichos, del tabasqueño, que hasta el momento no han redituado plusvalía, porque estas aún no se terminan y deberemos aplicar más recursos para su finalización, Es decir, los presupuestos federales de los próximos años estarán acotados para cubrir estos gastos.
Esto significa que los sectores productivos como el campo y el industrial no recibirán recursos para su fortalecimiento y que los sistemas de salud y educación, tampoco lo harán porque si la próxima administración queda en manos de Morena, el presidente en funciones deberá buscar culminar las obras, para tener un referente en la continuidad del proyecto denominado 4T.
Entonces, los espacios de maniobra serán mucho más reducidos y empezaremos a sentir las consecuencias de una política económica mal diseñada que nos llevó a una austeridad que elimino a cientos de empresas y arrojo a la informalidad a millones de mexicanos.
Las consecuencias de estas malas decisiones no se presentarán este fin de sexenio, pero serán un elemento de presión para la próxima que tendrá que pagar el costo político a través de una reforma hacendaria que le permita obtener mayores recursos en recaudación fiscal y poder hacer frente a las necesidades del país, que serán herencia de la actual administración.
Esto se traduce en que de no aplicar políticas públicas encaminadas a generar riqueza y por supuesto mayor recaudación fiscal, México seguirá manteniendo niveles de crecimientos mínimos y por supuesto la generación de empleo será mínima con salarios paupérrimos incapaces de complementar los gastos familiares.
Si continúa la llamada 4T, estaremos observando baja productividad y competitividad del país, elementos que ahuyentan a los capitales que podrían establecerse en nuestro país.
Seis años de más tumbos y falta de un mejor horizonte, deberá ser un elemento clave en la decisión del voto que millones de ciudadanas y ciudadanos habrán de tomar en el 2024.