Víctor Barrera
Andrés Manuel López Obrador tiene cerca de 15 meses para dejar al país con una estabilidad financiera que permita a la próxima administración federal mantener un primer año sin sobresaltos, con el objetivo de fortalecer los sectores productivos y empezar a tener un verdadero crecimiento económico fuera del fallido proyecto de la 4T. Esta condición incluye a la posibilidad que una de sus “corcholatas” alcance el triunfo en los comicios del próximo año.
Es obvio que, si resulta ser una “corcholata”, necesariamente deberá desmarcarse del proyecto porque estará en sus manos el futuro del país, por ello deberá implementar sus propias políticas públicas para evitar un desastre económico durante su primer año.
Así que la primera condición para evitar estos sobresaltos, es que el tabasqueño deje que se aplique una verdadera democracia en el país y deje de intervenir en el proceso, que sea la gente quine a través de su voto elija el gobierno que quiere.
La segunda es que en términos económicos ordene a sus “empleados”, ordenar lo más posible esta situación y eviten seguir actuando solo bajo las órdenes del “jefe” y empiecen a revisar los sectores que encabezan para rendir cuentas claras no solo a la ciudadanía, sino que permita a la próxima administración ver el panorama que se les hereda, algo que es difícil porque esta administración no está acostumbrada a la transparencia y todo lo protege bajo el pretexto “seguridad nacional”.
Porque aun cuando se insista que las finanzas públicas están sanas y los números macroeconómicos muestran una recuperación, el verdadero problema empezará cunado la próxima tenga que adecuar el gasto público, se busquen incrementos en las fuentes de ingreso y se evite mantener una relación económica de subsidios en Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad.
Porque la realidad que nos muestran la baja productividad del país, con una suma de 15 meses, debe ser un foco de atención, porque esto implica menos venta, menos recaudación y por supuestos salarios raquíticos, lo que implica mayor informalidad, menos recursos para cubrir los subsidios y programas sociales y recortes a sectores como el agropecuario y el industrial.
Todo esto golpea al mercado interno, es decir los mexicanos tendrán que seguir apretándose el cinturón para evitar un desasiré económico, como el sucedió en la transición de 1994.
Es cierto que la inflación ha reportado una baja, pero esto se debe a que la gente no consume lo habitual, porque las tasas de interés son altas y los empresarios prefieren reducir su producción antes de buscar un préstamo bancario.
Si a esto sumamos al “súper peso” que implica menores exportaciones, porque el precio de los productos es más alto, México en verdad se encuentra en un riesgo grande.
Entonces para evitar todo esto, este gobierno debe dejar las cosas lo más fortalecidas posibles, o tendremos un alza de impuestos, para que el estado tenga recursos para seguir soportando todos “esos caprichos” que realiza hasta ahora López Obrador.
La próxima administración tendrá en sus manos la decisión de terminar con las mega obras de esta administración, que resulta mayor gasto o dejarlas inconclusas para una mejor época económica del país.
Donde se planee con objetivos claros el crecimiento económico y desarrollo del país, sin caprichos ocurrencias o programas sociales que son más electorales y que en nada mengua la pobreza de quien los recibe.