Por Víctor Barrera 

Ahora es el momento preciso para analizar y reflexionar hacia dónde queremos estar en los próximos seis años, luego de que este sexenio está prácticamente perdido, y no solo porque no hubo cocimiento económico, sino porque se destruyó todo aquello que nos mostraba como un país con respeto al Estado de Derecho y de certidumbre paras las inversiones. 

Aun cuando es impredecible establecer cuál será el futuro del país, si podemos poner de nuestra parte para delinearlo y retomar el camino de crecimiento ecónomo, de estabilidad social y de organismos autónomos ciudadanos que vigilen y supervisen el actuar de los gobiernos respecto al uso de los recursos públicos. 

Es cierto que el daño ya está hecho, pero podemos impedir que este se profundice solo es cuestión de hacer valer el voto y decirle a aquel que mintió y sigue mintiendo que no nos interesa ya su proyecto, porque en nada ha servido para mejorar la calidad de vida de los mexicanos. 

Por ello deberemos reconocer estos daños que se han acentuado en esta administración federal, empezaremos con la corrupción, este mal que prometió erradicar y que ahora con un cinismo enorme se defiende, arguyendo inverosímiles excusas, porque la corrupción persiste y lo vemos, leemos y escuchamos todoslos días. 

Otro daño derivo de dar demasiado poder aun grupo que solamente trabajo para complacer los caprichos de una sola persona, que se priorizaron estos sobre las necesidades de todos los mexicanos. 

Con esto se dedicaron enormes cantidades de recursos públicos para satisfacer el ego de esa persona sin que esto de una utilidad práctica y rápida para atender las necesidades del país. 

Este enorme gasto ha dejado poco espacio fiscal para el próximo gobierno, porque ante la falta de crecimiento económico, es decir, creación de riqueza, las finanzas públicas se verán presionadas para poder cubrir el pago de las pensiones contributivas y no contributivas, IMSS, ISSSTE, Pemex, CFE y Pensión del Bienestar a los Adultos Mayores. Gasto que representa 1.66 billones de pesos equivalentes a 5.2 por ciento del Producto Interno Bruto y poco más del 20 por ciento del presupuesto de egresos de la federación.  

Si tomamos en cuenta que en los próximos años habrá un mayor índice de gente en edad de jubilarse o pensionarse y adultos mayores, derivado de la dinámica demográfica, las presiones sobre el gasto para cubrir este gasto aumentaran. 

Si a esto sumamos que las obras iniciadas en este sexenio no se terminaran por completo y por lo tanto se tendrá que seguir invirtiendo para hacerlas  funcionales, se convierte en otro elemento de presión a las finanzas públicas se incrementa. 

Pero también se debe sumar el gasto a Pemex y CFE, empresas productivas del Estado, que hasta el momento la primera sigue arrojando números rojos y la segunda se pretende sea la única proveedora de energía eléctrica en el país, coloca mayor presión fiscal. 

Todo esto indica que el próximo o próxima presidente de México, tendrá que enfrentar un panorama fiscal mucho más complejo del que enfrentó la administración federal, que poco ha trabajado para disminuir la pobreza y ofrecer mayor calidad de vida a la población. 

El próximo gobierno no tendrá de otra más que darle un cambio de 180 grados a la forma actual de administrar, para poder primero a traer inversiones al país, que originen fuentes de empleos y un incremento del padrón fiscal, además de remuneraciones suficientes para empezar a mejorar la economía familiar y que el gobierno pueda reconstruir un sistema de salud universal y un sistema educativo que está en el abandono. 

El panorama parece bastante nublado, pero repito, si empezamos desde los comicios a celebrarse en Coahuila y el Estado de México a manifestar que queremos un cambio radical a la forma de gobernar de la actual administración podremos observar un aliciente para reconstruir lo que nos han arrebatado y hacer un México mejor para todos.