Por Víctor Barrera  

México ha dejado de tener crecimientos económicos anuales “mediocres”, como los califico Andrés Manuel López Obrador, desde el 2019, para obtener crecimientos que no rebasan el 2 por ciento y que mostró su peor cara en el 2020, donde caímos en una crisis profunda de la cual aún no  hemos podido recuperarnos. 

Puede señalarse que la culpa es por el covid, la guerra de Rusia contra Ucrania y otros sectores externos, pero también cuentan las malas decisiones o la falta de decisiones, de esta administración. 

Se supone que con la llegada de esta administración tendríamos crecimientos anuales del 4 por ciento y que se trabajaría primero para quienes menos tiene, los pobres, pero esto no se ha cumplido porque no existen esas políticas públicas que incentiven la generación de riqueza, para que luego  repartirla de manera equitativa y con ello mejorar la calidad de vida de los mexicanos. 

Lamentablemente hasta ahora solo hemos tenido un gobierno que maneja por el interés de una persona y su política pública es más hacia la compra del voto disfrazada de programas sociales para obtener el agradecimiento y el conformismo de millones de mexicanos. 

En muchas comunidades y municipios del país, la pobreza prevalece y se ha acentuado aún más. Es precisamente esa gente la que sirve como la “fuerza” de este régimen de “ocurrencias” y “caprichos”.   

Este conformismo social que se genera con el reparto de dinero, solo impide que estos recursos se apliquen verdaderamente a lo prioritario de la gente, como lo es un sistema de salud y servicios públicos indispensables para el desarrollo de muchos municipios. 

El desmantelamiento de los presupuestos a  las instituciones de asistencia social, educativas, campo y fortalecimientos de los sectores productivos, solo crean mayor pobreza, lo que provoca también que mucha gente solo se ciña a vivir  con el recurso de los “programas sociales”, porque no hay empleos y otra gran cantidad de gente  migra a las ciudades o a otros países para intentar generar mayores recursos en auxilio de la economía familiar, pero es en vano porque en las ciudades del país, los empleos escasean y los existentes ofrecen salarios precarios. 

Esto provoca un daño profundo a la dinámica económica del país, porque no se genera riqueza y si más pobreza, A esto se suma que el poder legislativo que tiene una mayoría de legisladores afines a este régimen, solo trabaja en modificaciones legislativas que afectan también el desarrollo económico, social y democrático del país. 

Como son la aprobación de mayores recursos para la contracción de obras que no son redituables en el corto plazo para la población en general y si resulta un fardo bastante pesado para la economía nacional. 

Todo esto envuelto en una narrativa basada en una irrealidad de una persona que  es insostenible. México ha encogido  el potencial de desarrollo y ahora se intenta cerrar la economía para combatir al “imperialismo” y neoliberalismo con su  libre mercado y competencia. 

A esto se suma un aislamiento, derivado de los complejos del inquilino de Palacio Nacional, porque difícilmente puede entablar un debate económico con bases fundamentadas y por ello se ciñe a ideologías del pasado. 

México cada día se empequeñece y esto es favorable para hacer dependiente a mucha población a las dádivas del gobierno y hacerlas más vulnerables. 

México no puede el lugar que durante muchos años ha conquistado en el mundo y mucho menos su capacidad de crecimiento, volver a ser un país pequeño, de los llamados emergentes solo muestra el retroceso que esta administración ha aplicado con proporción al tamaño del pensamiento de quien actualmente es el encargado del poder Ejecutivo y sus aduladores.