Por Víctor Barrera
Cuando se actúa bajo la obsesión de ser el líder se cree que se tiene siempre la solución, las caídas son constantes y el objetivo se aleja cada a vez más.
Esto le ha pasado a Andrés Manuel López Obrador, que sigue obcecado en ser el líder de un bloque latinoamericano que pueda pararse enfrente al presidente de Estados Unidos y ordenarle lo que debe hacer.
López Obrador, ha recibido, nuevamente, un descalabro en este objetivo, desde Perú donde su clase política y funcionarios públicos le han señalado en varias ocasiones que no intervenga en los asuntos internos de aquel país sudamericano.
La Cancillería del país sudamericano, en medio de una profunda crisis política, tuvo que darse tiempo para condenar los dichos del mandatario y lo acusó de “injerencismo” en sus asuntos internos.
La respuesta de López Obrador ante la andanada de críticas por sus dichos, fue aplicar una pausa en su relación con Perú.
Esta “pausa” que no existe ene. Derecho internacional, pero que le ha servido al tabasqueño para poder enfriar los conflictos que el mismo origina. Aunque debe anotarse que en la diplomacia las palabras son acciones y políticas en sí mismas.
Las declaraciones reactivas de López Obrador fueron una reiteración de sus mañaneras, extrapoladas a Perú. Declaraciones que tiene su origen sobre el complot que siempre ha tenido en mente el tabasqueño y lo extrapolo al manifestar que Pedro Castillo, había sido depuesto por los conservadores que se negaban a perder sus privilegios, pero lo peor fue señalar un disparate al soslayar que fue su gabinete, su partido, el Ejército, la Policía y todas las instituciones quienes se opusieron a sus acciones.
Busco mitigar las cosas al rechazar que intervencionista y dijo que sólo expresaba su opinión.
Esto demuestra que López Obrador desconoce el valor de la palabra de un Presidente, por lo que constantemente se mete en problemas, como sucedió en 2019 en Bolivia, cuando defendió los intentos de Evo Morales por destruir la democracia, y que ante la presión a su intentona, renunció, y se metió en sus asuntos internos. Como resultado, el nuevo gobierno declaró persona non grata a la embajadora María Teresa Montaño, que regresó dos años después a La Paz tras negociaciones con un gobierno de transición.
Esto se suma también a la derrota sufrida luego de querer apoyar a Evo morales en su intentona de desparecer la democracia en Bolivia.
López Obrador, se ha alejado demasiado ya de su objetivo de ser un líder latinoamericano, y hasta su aliados lo han dejado solo como Argentina, Chile, Colombia o el próximo presidente en Brasil, con Luis Inácio Lula da Silva, que aunque condenaron las acciones contra Castillo, no se criticaron más allá.
López Obrador se ha quedado solo en sus extremismos, y está pagando consecuencias por lo irascible de sus acciones, en las que el resto de los presidentes de la región no cayó.
La capacidad que él creía tener para persuadir al resto de los presidentes latinoamericanos, no existe. Su ambición por erigirse como el líder de la izquierda en latinoamericana se aleja cada vez más.