Por Víctor Barrera  

Ya estamos en el quinto año del gobierno de la llamada 4T y es el día en que los mexicanos no podemos ver con claridad el cambio prometido, Donde todos los problemas existentes en el país empiecen a menguar para que podamos tener una mejor calidad de vida. 

El cambio que prometió el tabasqueño, ahora inquilino de Palacio Nacional, resulto ser solo una gran mentira, porque no ha sido capaz de atinar en una solo ocasión para terminar con esos problemas que siguen afectando a la población y que al contrario siguen incrementándose aún más. 

Todavía el tabasqueño sigue repitiendo la misma frase de “No somos iguales” y probablemente tenga razón, porque no son iguales a los anteriores, porque son peores. 

La forma tan absurda de llevar la administración del país, con la obsesión de pasar a la historia, ha provocado que esté pensando más en ello, que en mejorar la vida de los mexicanos, porque  entiende que al pueblo “pan y circo” y que  podrá hacer y deshacer a su antojo si le arroja unas migajas a una mayoría de gente, que por supuesto se verá comprometida a  seguirlo ciegamente, como lo hacen los legisladores, que repito, han olvidado  que trabajan para la gente y no para un partido, movimiento o peor aún para una persona. 

Estos legisladores trabajan para “su jefe” como si esta persona pagara los salarios que perciben y no de los impuestos que paga la gente. Obedecen ciegamente las instrucciones de “su jefe” aun cuando solo muestre que su administración  está  basada en la venganza, en sentirse superior y poder calificar y descalificar a la gente, crispando los ánimos, que están llegando a su límite y después las consecuencias serán difíciles de detener. 

AMLO piensa que otorgar mucho poder al ejército, es la solución para detener una turba de gente que, al sentirse arrollada por una mayoría, que no oye ni entiende razones, que termina aplicando  su mayoría, tiránica, para agradar a “su jefe”. 

Los legisladores que apoyan a AMLO, supuestamente llegaron con la promesa de cambiar las cosas, de hacer un país más equitativo y democrático, pero sucede todo lo contrario.

 Ninguno de esos legisladores cuestiona el derecho de la mayoría de reformar leyes existentes o aprobar sus nuevas leyes. Pero caen en los límites constitucionales y terminan haciendo lo que ellos supuestamente repelen, una tiranía sobre las minorías. 

Es decir, que se convierten en la mayoría que gobierna por encima de la ley aun a pesar de saber que se pasa por alto los derechos fundamentales de las minorías. 

Tal es el caso de las modificaciones legales que se han aprobado en esta 65 Legislatura, la cual sea de paso, pasará también a la historia como la peor, donde se tuvo la oportunidad de hacer que los cambios si se realizan, favoreciendo el desarrollo, económico, político y social de México. 

Es cierto que, en una democracia, la decisión de la mayoría siempre ganará, pero esta mayoría tiene la obligación moral y legal que sus decisiones no pasen sobre las leyes o límites establecidos en nuestra Constitución para pasar sobre los derechos de las minorías, porque entonces solo caeremos en el juego del “quítate tú, para ponerme yo”. 

En resumen, esta nueva clase política, repito, actúa bajo la venganza, de poder ver de rodillas a sus adversarios, de aniquilarlos y demostrar que su poder es mayor que podrán continuar por muchos años más aun que violentes las leyes. 

Es el momento que demuestren que llegaron al poder para dar soluciones correctas, a favor de todos, demostrar que todos somos mexicanos y que somos iguales, que no hay diferencias, que las ideologías políticas se deben dejar a un lado si en verdad se quiere que México crezca económicamente, con democracia real, pero sobre todo para dar una mejor calidad de vida a los más pobres. 

Pero para estos razonamientos, creo que tendrán que pasar siglos en nuestro país, porque nuestra política siempre se maneja bajo el revanchismo y no en el beneficio común.