Por Víctor Barrera
Según López Obrador, los números y estadísticas no reflejan la felicidad y bienestar de la gente y es precisamente lo último que se deben observar para calificar si se está haciendo bien o mal el trabajo.
De acuerdo a esos parámetros, que impone el tabasqueño. la felicidad no se refleja aun en la población y así lo demuestran los resultados más recientes sobre la Confianza del Consumidor, que presentaron el Banco de México y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, y puede ser la herramienta más cercana para medir la felicidad de la gente.
Esta encuesta, que en recientes meses se tomaba como un barómetro de la popularidad del presidente, porque en la administración pasada, cuando gobernaba Enrique Peña Nieto, y que aun teníamos resultados anuales de crecimiento del 2 por ciento, con inflación no mayor al 4 por ciento, la gente mostraba un pesimismo, porque desde las trincheras de la oposición, los que ahora gobiernan, se encargaban cada día de señalar que una inflación por encima del crecimiento económico no servía para que la gente se mostrara tranquila y que México se encontraba en la peor situación.
Si a esto se suma que Peña Nieto tenía un mal sistema de comunicación, no existían las conferencias “mañaneras”, además sus decisiones ayudaban a manifestar que teníamos a un presidente sin conocimiento de cómo administrar al país. Esto no permitía valorar las condiciones economías que gozábamos los mexicanos.
Por ejemplo, jamás se valoró que, ante la liberación de precios de la gasolina, permitió la libre competencia lo que evito incrementos tan altos como el precio que ahora observamos, y que ahora tiene que estar subsidiando el gobierno federal, para evitar “los gasolinazos”, herramienta que sirvió a la oposición para ir menguando la popularidad del gobierno en turno.
Ahora, para mantener la popularidad del tabasqueño, los mexicanos debemos subsidiar hasta con 500 mil millones de pesos el precio de la gasolina, lo que evita que estos recursos se apliquen en el mejoramiento de la calidad de vida de los mexicanos como la compra de medicamentos o la aplicación de los recursos en el campo para intentar empezar a buscar la autosuficiencia alimentaría.
De tal forma que la encuesta de Confianza del consumidor, permitió utilizarla como herramienta política a favor de la oposición.
Sin embargo, desde el comienzo de esta administración, la inercia de crecimiento económico empezó a caer y en el 2019, los mexicanos resintieron por primera vez los resultados de una política de “ahorro y austeridad”, con un gobierno en resección, sin embargo, se mantenía aun la confianza en el “cambio” prometido.
Con la aparición de la pandemia por el covid-19 cambió el ánimo y supimos de la devastación del espíritu del consumidor en sus cinco indicadores básicos sobre la situación presente y futura de la condición económica del país y el hogar, y la oportunidad de comprar bienes duraderos. Pero se mantuvo la confianza en el gobierno.
Fue hasta que llegó la alta inflación y el pesimismo de la gente nuevamente apareció, y ni el carisma del líder político lo menguarlo, lo que mostró una baja en la popularidad del tabasqueño.
Esto encendió las luces amarillas e hizo redoblar los esfuerzos del sistema de comunicación para evitar un desastre a mediados del sexenio, se pagan medios para publicar las medias verdades, también encuestas para mantener ficticiamente la popularidad del poder Ejecutivo.
Sin embargo, ya para el último tercio de la presente administración, la confianza del consumidor ha caído y ha quedado claro que el nivel alto de la inflación y le poco crecimiento de la economía nacional pueden ser devastadores en el ánimo del consumidor y la confianza en que se pueda remontar estos índices se convierten en un pesimismo que golpea duramente a la popularidad del titular el Ejecutivo.
Las “mañaneras” empiezan a perder esa “magia” que aumentaba la popularidad, porque ahora la gente entiende que hablar por más de dos horas y escuchar verdades a medias, no les ayuda en nada para revertir la caída del poder adquisitivo de sus ingresos y se empieza a convertirse en un punto que puede derrumbar hasta la más fuerte popularidad política.