Por Víctor Barrera
Un nacionalismo utilizado para el desarrollo de una nación y el bienestar de su población siempre será bienvenido, pero aquel que solamente se utiliza para el beneficio de un grupo de personas no puede ser aceptado y lamentablemente Andrés Manuel López Obrador ha utilizado esa arma para seguir dividiendo al país y con ello seguir sacando un beneficio político.
La semana anterior, el tabasqueño utilizaba una canción de Chico Che para demostrar que no tenía miedo ante la posibilidad de que los gobiernos de Estados Unidos y Canadá aplicaran alguna sanción en aranceles como protesta en la forma se trata a sus empresas en el sector energético dentro de nuestro país.
Ahora utiliza nuevamente el nacionalismo, para reiterar que no modificará su política energética y no permitirá que una controversia comercial así lo haga. López Obrador debe entender que nuestro país firmó un tratado comercial con Estados Unidos y Canadá con la intención de construir una zona economía fuerte con beneficios para las tres naciones que los suscribieron.
Este acuerdo denominado T-MEC, fue analizado y redactado por funcionarios de las tres naciones quienes acordaron también que ningún país podría beneficiarse de manera importante sobre las otras dos naciones y de hacerlo tendría que acatar las resoluciones de paneles de controversias.
Es decir, tendría que aceptar algunas regulaciones para evitar que el beneficio económico decantara en su mayoría en un solo país, por supuesto que estas regulaciones son aplicar algunos aranceles que permitieran nivelar las ganancias económicas entre las tres naciones.
Además, la redacción del T-MEC cuido sobre manera evitar dañar la soberanía de los tres Estados firmantes, y por ello se suscribió el capítulo 8 donde se manifestó que México y las otras naciones son dueños del uso exclusivo de sus hidrocarburos y la riqueza de sus territorios.
Es por ello que la Agencia norteamericana USTR, que es referente al sector eléctrico, manifestó que México está incumpliendo algunos artículos del T-MEC como lo son el 14.4, 20.3, 22.5, 2.11 y el 2.3 donde asegura, en su opinión, que sí se ven afectados sus empresas e inversiones por la política energética de México.
Ante esto, López Obrador ha manifestado que nuestra soberanía no puede ser vulnerada y por ello demostrará que la USTR está equivocada, pero lo que deben entender en la 4T es que no está en juego la soberanía, sino el cumplimento del T-MEC y lo que demandan Estados Unidos y Canadá es trato no discriminatorio a sus empresas, que la Comisión Reguladora de Energía (CRE) actúe de forma imparcial y eliminen regulaciones que inhiben las inversiones y la competencia.
Sin embargo, la idea arraigada de López Obrador de que la soberanía de nuestro país radica en empresas del Estado, de carácter predominante y monopólico, le impide ver que, gracias a la libre competencia y a la inversión privada, el Estado puede utilizar mayores recursos en otras áreas de desarrollo y bienestar para la población.
López Obrador prefiere seguir rescatando, con inyección de recursos públicos millonarios, a PEMEX y CFE, aun cuando sus resultados no sean del todo positivos, a hacerlas más competitivas con la libre competencia.
No ha entendido que la competencia ha mejorado la calidad de las gasolinas y que el abasto de electricidad se ha incrementado evitando con ello las variantes de voltaje que mucho daño hace a los productos electrodomésticos y a la productividad de las empresas.
Ese nacionalismo mal entendido no solo es un lastre para el desarrollo real de PEMEX y CFE y el estancamiento de nuestro sector industrial.
Esperemos que las negociaciones puedan darse y que por parte de México exista la prudencia de ceder en lo necesario, pero defendiendo lo importante, un desarrollo para el país y el posible mejoramiento de calidad de vida de todos los mexicanos.