Por Víctor Barrera
Las amas de casa, principalmente, y la gran mayoría de quienes tienen que realizar el gasto diario para mantener la economía familiar siguen preocupados por el precio alto que mantienen algunos productos para su alimentación.
El huevo oscila entre los 39 y 45 pesos por kilo, el arroz los 900 gramos se vende en 23 pesos, el fríjol supera los 34 pesos y la tortilla entre los 20 y 23 pesos. Recientemente el pan blanco o bolillo y telera, en algunas partes, se elevo a 3 pesos y si trae ajonjolí en 3.50, lo que significa un duro golpe a la economía familiar.
En pasadas entregas afirmaba que la falta de abasto también es fuente de presión inflacionaria, ya que ante la excesiva demanda de un producto, este incrementa su precio, lo que esta ocurriendo en estos momentos, y pese al acuerdo, programa o plan que diera a conocer el gobierno federal junto con algunas empresas del sector empresarial, para tratar de bajar presión a la inflación, los incrementos a los productos de la canasta básica siguen en aumento.
Mucha gente se molesta y espera que la Procuraduría Federal del Consumidor, atienda el llamado que se hiciera por parte del gobierno federal de bajar los precios de algunos productos básicos en la alimentación, sin embargo, debe recordarse que fijar el precio o un descuento sobre el precio esto quedo a criterio de las grandes empresas comercializadoras y de los productores mismos.
Este problema tiene su raíz en la falta de producción nacional de maíz, arroz, fríjol y otros productos principalmente porque han existidos recortes presupuestales para el sector primario, además se suma el alto precio de los fertilizantes y por supuesto la corrupción que recientemente se destapo en Segalmex, organismo que fue creado para evitar el abuso de los intermediarios, pero la corrupción se apodero de su director general y esta cundió de manera rápida en el sector.
Todo esto ha provocado que los productos agropecuarios incrementen su precio y mientras no se erradique y se ordene desde el gobierno federal a sus organismos e instituciones, difícilmente podremos ver que México recupere su estatus como un productor importante de granos y producción agropecuaria.
Recordemos que una de las promesas de López Obrador fue hacer un México autosuficiente en el abasto de alimentos, pero esto no se logrará si se empieza a encontrar solución a los problemas al faltar menos de dos años y medio para terminar el sexenio.
La situación actual en el mundo, debe ser motivo para que este gobierno federal deje de lado cuestiones políticas, como la reforma electoral, los comicios del presente año, el próximo y hasta el 2024, o la popularidad del titular del poder ejecutivo, para ponerse a trabajar en como le haremos frente a la hambruna mundial que empieza a darse por la falta de abasto de productos básicos.
Tanto Ucrania, como la India, principales productores de trigo y otro granos, han señalado que su producción no será el suficiente como para hacer frente al problema de la hambruna y han optado por evitar la exportación de sus productos. En reacción, los precios del grano se duplicaron de inmediato en los mercados mundiales y esto impacta ya a su vez en el maíz, la soya y el arroz, que son sustitutos.
Debemos señalar que una disminución de 10 por ciento en la producción de granos básicos cuadruplica, aproximadamente, los precios de los mismos, de acuerdo con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, con sede en la Ciudad de México.
Por lo tanto de no encontrar solución a este problema el mundo nuevamente podría caer en crisis económica sumándose a la hambruna.
En México, insisto, es necesario organizar estrategias y políticas publicas agropecuarias de máximo aprovechamiento de alimentos. A mediano plazo, aumentar la resiliencia o soberanía alimentaría, produciendo localmente un alto porcentaje de granos vitales, para primero obtener la autosuficiencia y luego distribuir en el mundo lo restante, o de lo contrario los problemas seguirán persistiendo.