Por Víctor Barrera
México sigue presentando un crecimiento económico por debajo del 2 por ciento además de una inflación por encima del 7 por ciento, algo que hace mucho daño a las familias que menos ingresos obtienen, porque esto significa que no existe la creación de riqueza, empresas y empleos bien pagados, que les permita en el mediano plazo poder salir de una situación económica difícil a una mejor calidad de vida.
Esto lo hemos visto desde hace tres años, donde una división social, propiciada por un pensamiento anacrónico donde los ricos son malos y los pobres son buenos, no ha permitido al país trabajar, en unidad, para conseguir el objetivo principal, una mejor calidad de vida.
México está en el umbral de realizar otra reforma al sector energético, en específico al sector eléctrico, algo que podría hacernos retroceder aún más, porque la iniciativa que propone el gobierno federal se basa en establecer, nuevamente un monopolio a través de una empresa de gobierno como lo es la CFE, lo que implica cerrar a la competencia y libre mercado el sector y con ello perder la oportunidad de obtener inversiones que no solo se muestren como capitales en el país, sino de obtener también la tecnología que nos permita desarrollarnos aún más rápido en este sector y por consecuencia en los otros sectores, desde el campo pasando por la industria y el turismo.
Sin embargo, la insistencia de querer implementar un pensamiento anacrónico, bajo un falso nacionalismo, nos ha estancado en la visión de país que necesitamos. Mientras que el gobierno federal piensa que lo mejor es regresar a los años 70 del siglo pasado, donde el estado era el principal productor y proveedor, no se da cuenta que esto nos estancaría como sociedad y nos convertiría en un país aislado, porque lo más importante para este modelo es que el gobierno federal sea un monopolio, que administre nuestra riqueza y que los «proteja» ante la voracidad del capitalismo.
Por el otro lado, existe la certeza que abrir los mercados del país permitirá no solo obtener inversiones sino también un desarrollo en todos los sentidos.
El problema entonces radica en que mientras el gobierno mantenga una visión que implique un retroceso, sin crecimiento, solo seguiremos observando que los salarios seguirán siendo paupérrimos, el desarrollo industrial regresara a que seamos solo un país de maquila con bajos salarios, mientras que el desarrollo tecnológico y científico, aun cuando se produzca solo servirá para que se mantenga “la fuga de cerebros” del país.
Todo esto lo podemos observar en los recientes acontecimientos, donde una minoría sigue imponiéndose a la decisión de las mayorías.
En el caso de la Suprema Corte, la resolución que dio sobre la Ley de la Industria Eléctrica, donde cuatro votos fueron más contundentes que siete, nos muestra que la presión ejercida desde el gobierno federal nos impide contar con una institución que debe ser aliada de la sociedad y no de un poder.
Quedamos atrapados entre una decisión constitucional, pero también ante la determinación técnica que permite que los inversionistas puedan ampararse ante la ley y posiblemente comenzar litigios por ver perjudicados sus intereses, algo que costará demasiado dinero y tiempo para los mexicanos.
Algo similar paso con la consulta popular de revocación de mandato, donde el gobierno se dice ganador de obtener 15 millones de votos a favor y descuenta cerca de 80 millones que sintieron que esta consulta no valdría para nada.
En el poder legislativo, un grupo que son mayoría, pero no tiene los votos suficientes para realizar reformas constitucionales, levantan la voz para señalar que la reforma a la industria eléctrica es la que se necesita en el país, dejando de lado las otras voces que insisten que esta ley es totalmente regresiva.
Podemos ver que, al final de cuentas, no es la contundencia del voto de los ministros, tampoco de los 15 millones que salieron apoyar a AMLO o los legisladores que podrían obtener una mayoría cansando o comprando voluntades, sino que existe otra mayoría que no ha levantado la voz para decir un basta y pedir que las cosas se decidan por las mayorías y no por las minorías.